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Archive for diciembre 2006

30-Diciembre-2006    José Ignacio Calleja

    Los detalles del atentado de Barajas están en otros medios. Los interrogantes se irán aclarando. El predidente del Gobirno hablará esta tarde. Pero ya ofrecemos esta reflexión ética y cristiana de uno de nuestros colaboradores.

Llegó lo que más temíamos. Volvió el coche bomba a nuestras vidas y, con él, el miedo, el terror y las víctimas. Parece que ha sido ETA. Previsiblemente, ha sido ETA. Perfectamente, podría ser ETA. Hoy o mañana, va a ser ETA. La gente lo piensa y te lo dice por todos lados.Hay muchas teorías detrás de esta intuición de la gente. Hay muchas responsabilidades en el temido y esperado fracaso de este proceso de paz. A mí me enseñaron que, en ética, decir que “todos somos responsables de todo”, es no decir nada; más aún, es manipular la realidad para encubrir a los más irresponsables.

Los más irresponsables en este proceso de paz son ETA y la gente que los representa políticamente; y les apoya, disculpa, explica o comprende. Hace mucho tiempo que lo tengo más claro que el agua. Si alguien no puede entender que cada ciudadano vasco tiene, ¡es!, una opinión y un voto igual de valiosos, viva donde viva, piense como piense, y se identifique nacionalmente con lo que se identifique, ese ciudadano no sabe vivir en democracia. Aunque lleve una vida con apariencia de tal, no sabe vivir en democracia. Otros, más racistas que él, tomarán las armas en su nombre y se cargarán a sus adversarios políticos. Éste es nuestro problema principal; por él, la normalización, “el vivir conforme a norma compartida entre quienes somos legítimamente distintos”, está costando tanto.

Luego vienen las disculpas. Algunas, legítimas, que tienen que ver con una justicia más punitiva que recuperadora. Pero, todas ellas, todas, absolutamente injustas cuando se utilizan para desarrollar posiciones políticas totalitarias, con la forma de comando y coche bomba, o con la forma de silencio ante la violencia, mientras mi causa, mi posición social, mi territorio, mi cultura y mi aspiración nacional, vayan salvándose o hasta se fortalezcan.

Seguramente, no deberíamos escribir textos cuando estamos indignados, pero éticamente, o somos capaces de competir por lo que creemos nuestro, desde la no violencia política, o nos convertimos en lobos más o menos disfrazados de corderos. Pero, así, no somos ciudadanos vascos dignos de confianza, ni en ETA, ni en sus alrededores.

José Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete

Profesor de Moral Social Cristiana

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El credo del cardenal Ruini

ALBERT Garrido, ha publicado en El Períodico de Barcelona esta dura reflexión a la actuación del cardenal Ruini en Italia.

Es una buena costumbre respetar al creyente con independencia de aquello que cree. El creyente es un ciudadano entre ciudadanos; sus creencias, una mezcla de herencia cultural y convicciones personales que no ha todo el mundo cuadran. Claro que cuando aparece el cardenal Camillo Ruini, vicario de Roma, y le niega funeral católico a Piergiorgio Welby porque decidió poner fin a sus días después de años de penosa postración, incluso el antedicho principio es muy difícil de aplicar. Visto Ruini de cerca en su parroquia de San Juan de Letrán, parece hombre reflexivo, aunque no exento de altivez, pero después de impedir que se celebre un oficio religioso en memoria de su feligrés, se antoja justo lo contrario: un cura altivo poco dado a reflexionar.
Ruini ha zanjado el asunto con la misma propensión al fundamentalismo que los jueces que se empeñan en aplicar la ley en su más estricta literalidad, aunque vaya en ello remansar las aguas en Euskadi, o estos imanes que dan por buenos los preceptos coránicos del siglo VII para aplicarlos en el XXI. Ruini ha liquidado la cuestión con la insensibilidad habitual en los despachos del poder –en el cielo (es un decir) y en la tierra–, sin pararse a pensar qué pudo significar para Welby tomar la decisión que tomó. Y lo cierto es que no hace falta ser un apóstol de la eutanasia para comprender que alguien en situación extrema puede llegar a la conclusión de que el último capí- tulo se ha alargado demasiado. El teólogo heterodoxo Hans Küng ha escrito en Morir con dignidad: «Si Dios ha confiado la vida entera a la responsabilidad del ser humano, entonces esa responsabilidad ha de ejercerla también sobre la fase final de su vida». Pues eso.

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Homilía del Papa en Nochebuena

«Dios ha cumplido su Palabra y la ha abreviado…». La homilía del Papa en la Basílica Vaticana fue la siguiente: ‘¡Queridos hermanos y hermanas, acabamos de escuchar en el Evangelio lo que en la Noche santa los Ángeles dijeron a los pastores y que ahora la Iglesia nos proclama: « Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis una señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre » (Lc 2,11s.). Nada prodigioso, nada extraordinario, nada espectacular se les da como señal a los pastores. Verán solamente un niño envuelto en pañales que, como todos los niños, necesita los cuidados maternos; un niño que ha nacido en un establo y que no está acostado en una cuna, sino en un pesebre. La señal de Dios es el niño, su necesidad de ayuda y su pobreza. Sólo con el corazón los pastores podrán ver que en este niño se ha realizado la promesa del profeta Isaías que hemos escuchado en la primera lectura: « un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Lleva al hombro el principado> (Is 9,5). Tampoco a nosotros se nos ha dado una señal diferente. El ángel de Dios, a través del mensaje del Evangelio, nos invita también a encaminarnos con el corazón para ver al niño acostado en el pesebre.

‘La señal de Dios es la sencillez. La señal de Dios es el niño. La señal de Dios es que Él se hace pequeño por nosotros. Éste es su modo de reinar. Él no viene con poderío y grandiosidad externas. Viene como niño inerme y necesitado de nuestra ayuda. No quiere abrumarnos con la fuerza. Nos evita el temor ante su grandeza. Pide nuestro amor: por eso se hace niño. No quiere de nosotros más que nuestro amor, a través del cual aprendemos espontáneamente a entrar en sus sentimientos, en su pensamiento y en su voluntad: aprendamos a vivir con Él y a practicar también con Él la humildad de la renuncia que es parte esencial del amor. Dios se ha hecho pequeño para que nosotros pudiéramos comprenderlo, acogerlo, amarlo.

‘Los Padres de la Iglesia, en su traducción griega del antiguo Testamento, usaron unas palabras del profeta Isaías que también cita Pablo para mostrar cómo los nuevos caminos de Dios fueron preanunciados ya en el Antiguo Testamento. Allí se leía: « Dios ha cumplido su palabra y la ha abreviado» (Is 10,23; Rm 9,28). Los Padres lo interpretaron en un doble sentido. El Hijo mismo es la Palabra, el Logos; la Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre. Se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro alcance. Dios nos enseña así a amar a los pequeños. A amar a los débiles. A respetar a los niños. El niño de Belén nos hace poner los ojos en todos los niños que sufren y son explotados en el mundo, tanto los nacidos como los no nacidos. En los niños convertidos en soldados y encaminados a un mundo de violencia; en los niños que tienen que mendigar; en los niños que sufren la miseria y el hambre; en los niños carentes de todo amor. En todos ellos, es el niño de Belén quien nos reclama; nos interpela el Dios que se ha hecho pequeño. En esta noche, oremos para que el resplandor del amor de Dios acaricie a todos estos niños, y pidamos a Dios que nos ayude a hacer todo lo que esté en nuestra mano para que se respete la dignidad de los niños; que nazca para todos la luz del amor, que el hombre necesita más que las cosas materiales necesarias para vivir.

‘Con eso hemos llegado al segundo significado que los Padres han encontrado en la frase: « Dios ha cumplido su palabra y la ha abreviado ». A través de los tiempos, la Palabra que Dios nos comunica en los libros de la Sagrada Escritura se había hecho larga. Larga y complicada no sólo para la gente sencilla y analfabeta, sino más todavía para los conocedores de la Sagrada Escritura, para los eruditos que, como es notorio, se enredaban con los detalles y sus problemas sin conseguir prácticamente llegar a una visión de conjunto. Jesús ha « hecho breve » la Palabra, nos ha dejado ver de nuevo su más profunda sencillez y unidad. Todo lo que nos enseñan la Ley y los profetas se resume en esto: « Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente… Amarás a tu prójimo como a ti mismo » (Mt 22,37-39). Esto es todo: la fe en su conjunto se reduce a este único acto de amor que incluye a Dios y a los hombres. Pero enseguida vuelven a surgir preguntas: ¿Cómo podemos amar a Dios con toda nuestra mente si apenas podemos encontrarlo con nuestra capacidad intelectual? ¿Cómo amarlo con todo nuestro corazón y nuestra alma si este corazón consigue sólo vislumbrarlo de lejos y siente tantas cosas contradictorias en el mundo que nos oscurecen su rostro? Llegados a este punto, confluyen los dos modos en los cuales Dios ha «hecho breve» su Palabra. Él ya no está lejos. No es desconocido. No es inaccesible a nuestro corazón. Se ha hecho niño por nosotros y así ha disipado toda ambigüedad. Se ha hecho nuestro prójimo, restableciendo también de este modo la imagen del hombre que a menudo se nos presenta tan poco atrayente. Dios se ha hecho don por nosotros. Se ha dado a sí mismo. Por nosotros asume el tiempo. Él, el Eterno que está por encima del tiempo, ha asumido el tiempo, ha tomado consigo nuestro tiempo.

‘Navidad se ha convertido en la fiesta de los regalos para imitar a Dios que se ha dado a sí mismo. ¡Dejemos que esto haga mella en nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente! Entre tantos regalos que compramos y recibimos no olvidemos el verdadero regalo: darnos mutuamente algo de nosotros mismos. Darnos mutuamente nuestro tiempo. Abrir nuestro tiempo a Dios. Así la agitación se apacigua. Así nace la alegría, surge la fiesta. Y en las comidas de estos días de fiesta recordemos la palabra del Señor: « Cuando des una comida o una cena, no invites a quienes corresponderán invitándote, sino a los que nadie invita ni pueden invitarte (cf. Lc 14,12-14). Precisamente, esto significa también: Cuando tú haces regalos en Navidad, no has de regalar algo sólo a quienes, a su vez, te regalan, sino también a los que nadie hace regalos ni pueden darte nada a cambio. Así ha actuado Dios mismo: Él nos invita a su banquete de bodas al que no podemos corresponder, sino que sólo podemos aceptar con alegría. ¡Imitémoslo! Amemos a Dios y, por Él, también al hombre, para redescubrir después de un modo nuevo a Dios a través de los hombres.

‘Finalmente, se manifiesta un tercer significado de la afirmación sobre la Palabra hecha « breve » y « pequeña». A los pastores se les dijo que encontrarían al niño en un pesebre para animales, cuyo cobijo normal es el establo. Leyendo a Isaías (1,3), los Padres han deducido que en el pesebre de Belén había un buey y una mula. E interpretaron el texto en el sentido de que estos serían un símbolo de los judíos y de los paganos –por lo tanto, de la humanidad entera–, los cuales precisan de un salvador, cada uno a su modo: del Dios que se ha hecho niño. Para vivir, el hombre necesita pan, fruto de la tierra y de su trabajo. Pero no sólo vive de pan. Necesita sustento para su alma: necesita un sentido que llene su vida. Así, para los Padres, el pesebre de los animales se ha convertido en el símbolo del altar sobre el que está el Pan que es el propio Cristo: la verdadera comida para nuestros corazones. Y vemos una vez más cómo Él se hizo pequeño: en la humilde apariencia de la hostia, de un pedacito de pan, Él se da a sí mismo.

‘De todo eso habla la señal que les fue dada a los pastores y que se nos da a nosotros: el niño que se nos ha dado; el niño en el cual Dios se ha hecho pequeño por nosotros. Pidamos al Señor que nos dé la gracia de mirar esta noche el pesebre con la sencillez de los pastores para recibir así la alegría con la que ellos tornaron a casa (cf. Lc 2,20). Roguémoslo que nos dé la humildad y la fe con la que san José miró al niño que María había concebido del Espíritu Santo. Pidamos que nos conceda mirarlo con el amor con el cual María lo contempló. Y pidamos que la luz que vieron los pastores también nos ilumine y se cumpla en todo el mundo lo que los ángeles cantaron en aquella noche: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor». ¡Amén!’

 

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Desbautizar la Navidad

Henri Tincq, publica en Le Monde, este interesante comentario sobre la navidad. Llama la a tención sobre la no defensa de nuestras convicciones. Os invito a leerlo con suma atención, estoy seguro que no os defraudará.

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¿Quién no se ha dado cuenta de la sustitución del idioma que, de año en el año, en las fachadas de los ayuntamientos y de los edificios públicos, transforma los deseos tradicionales de “Feliz Navidad” en “Felices fiestas de fin de año” o “Felices fiestas” simplemente? Esto no es simple fantasía semántica. El nombre de Navidad, que evoca el nacimiento del Cristo, acontecimiento fundador de la historia y de la fe cristianas, parece que se ha convertido en políticamente incorrecto en la sociedad multicultural de hoy, hasta el punto de obligar a no pronunciarlo. Más que en Francia, la referencia al 25 de diciembre, en los Estados Unidos, en Inglaterra, en España, en Alemania, se toman iniciativas contra una exhibición demasiado fuerte de la fiesta de Navidad, para no a arriesgarse a herir la sensibilidad de los creyentes de las otras religiones. En Inglaterra especialmente, ha estallado una “guerra de Navidad”, como escribe la prensa. Los símbolos de la fiesta que tienen una conexión con el rito cristiano (el belén) o que no tienen ninguna (el abeto), desaparecen poco a pocos del paisaje. Según The Sun, en más de tres cuartos de las oficinas londinenses, las decoraciones de Navidad habrían sido desaconsejadas e incluso prohibidas. En el ayuntamiento de Luton, Navidad fue rebautizada “Luminous“. En Birmingham, el nombre fue reemplazado en los documentos administrativos por el de “Fiesta del invierno”. En los correos británicos, en los sellos de final de año, en lugar del portal, de la estrella o de los pastores y la visita de los tres reyes magos, se han impreso muñecos de nieve y renos.

Este “desbautizar” la Navidad no se hace no obstante sin la reacción de la población inglesa, cuyas asociaciones cristianas se rebelan a sí mismo contra “las derivas que corroen la fiesta cristiana más querida“. Y Mns John Sentamu, arzobispo de York, número dos de la iglesia anglicana, ha acusado a “los ateos y a los secularistas agresivos de querer barrer los símbolos cristianos de la vida pública” para crear esta “absurda posición”: procurar hacer creer que la fiesta de Navidad ofende a las otras tradiciones, especialmente la hindú o la musulmán, tan presentes en el suelo británico.

En España, en Zaragoza, un consejo escolar prohibió el recitación de poemas y villancicos de Navidad. Como en Gran Bretaña, se trata de no indisponer a los niños de las otras religiones. Este “anti-Navidad políticamente correcta” habría sido inspirado por un manifiesto del Partido socialista en el poder, según el cual “la laicidad es la sola garantía de la libertad y la igualdad”. Mns. Fernando Sebastián Aguilar, arzobispo de Pamplona, se ha alzado contra “esta visión empobrecida y desfigurada que hace de la religión una actividad peligrosa o una fuente de intolerancia”.

En Múnich también, al corazón de la Baviera católica, donde el tradicional Weihnachtsmärkten (”mercado de Navidad”) son a menudo rebautizados, desde que el año 2000, como “Milleniummärkten“, la prensa hace notar que, en los vecindarios con una proporción fuerte de inmigrantes, las Weihnachstfesten (”fiestas de Navidad”) se hacen cada vez menos numerosos y más discretas. Italia misma no escapa esta onda de laicismo y, en Bolzano (Trento-Alto Adige), en una escuela infantil, los profesores decidieron este año para suprimir toda canción de Navidad.

En los Estados Unidos, la polémica es vivo. En Chicago, el ayuntamiento prohibió, en el mercado de Navidad de la ciudad, la difusión de anuncios de la película La Natividad. En Riverside, California, durante un espectáculo sobre hielo, una coral de niños que interpretaban canciones de Navidad fue interrumpida bajo el pretexto que la estrella invitada, Sasha Cohen, de confesión judía, medalla de plata en los juegos olímpicos de Turín en 2006, estaba actuando en el hielo. La patinadora no nada había pedido nada y se asombró de todo ello.

“Las escenas de la Natividad y las decoraciones de Navidad han llegado a ser tabúes en los Estados Unidos”, lamenta la asociación Consejo de Investigación de Familia. Bajo la presión de grupos cristianos, las cadenas de distribución han restaurado la “Feliz Navidad” en su comunicación promocional, pero en la Fundación por la Defensa de la alianza (ADF), otra asociación cristiana, movilizó a sus abogados para escribir a 11.500 directores de establecimientos escolares y recordarles que la Navidad cristiana sigue teniendo el derecho de la ciudad. “¡Es ridículo que los Americanos deben vacilar antes de saber si es conveniente decir “Feliz Navidad!”, afirmó un dirigente de la ADF. “La guerra de Navidad es una invención de personas amargadas que no acepta que América no se parece a la imagen que ellos tienen de ella”, replicó Leonard Steinhorn, profesor de la Universidad Americana de Washington. “Somos una sociedad plural, y es necesario que celebremos esta variedad”.

Indudablemente no hay que sobreestimar estos indicios de una voluntad de esconder los símbolos de una fiesta tan típicamente religiosa como la de Navidad, recuperada y desfigurada, desde hace mucho tiempo ante los ojos de los cristianos, a manos de la sociedad de consumo. Pero la pregunta sub-yacente sigue ahí bien presente, apareciendo en los debates de los últimos años sobre el lebar el velo islámico y sobre todos los otros signos religiosos, a la escuela especialmente. En el nombre del “convivir” en la sociedad multicultural de hoy, ¿el exponer símbolos, ritos, fiestas propias de una tradición religiosa debe ser considerado como inoportuno, por su tendencia a alentar los comunitarismos y los signos de crispación identitaria?

 

“En el nombre de lo políticamente correcto”

 

Es legítimo pensar que la expresión de “Felices fiestas” permita englobar el Hanoukka de los judíos, la Navidad de los cristianos, el Aïd el-kébir de los musulmanes eso, que este año cae el 31 de diciembre y las fiestas de fin de año. ¿Es necesario sin embargo esconder o desbautizar las fiestas religiosas consideradas como ostentatorias y que la secularización de la sociedad las reemplace por de otros ritos colectivos, como en Francia la Fiesta de la música, la Fiesta del patrimonio o la Noche blanca? ¿Es esta la mejor manera de darse cuenta de la pluralidad cultural y de alentar la tolerancia? “En el nombre de lo políticamente correcto, ¿será necesario un día cambiar el nombre a todas las ciudades que llevan el nombre de un santo y, en vez de la Navidad, regresar a la fiesta pagana del Sol?”, se pregunta el mismo Mns. Hippolyte Simon, arzobispo de Clermont-Ferrand, autor en 2001 de “La Francia pagana”.

Europa no es ya de cultura cristiana, si es alguna vez llegó a serlo completamente. Pero la ignorancia de su patrimonio histórico de valores, de referencias y de fiestas religiosas corre paralela a una práctica apaciguadora de laicidad y de diálogo entre las etnias, las culturas, las confesiones. Una laicidad culta pasa por el derecho de todo ciudadano a profesar sus convicciones, inclusive la religiosas, contribuyendo al mismo tiempo a la voluntad de querer-vivir juntos.

 

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Diálogo con Dios

 

Carta a Dios escrita por los niños

Yo pensaba que el naranja no pegaba con el lila hasta que vi un atardecer, cuando se ponía el sol, que hiciste el martes.
¡Fue espectacular!”
Eugenia

“¿De verdad que Tú querías que así fuera la jirafa o fue un accidente?”

En vez de permitir que las personas se mueran y tener que hacer otras nuevas, ¿por qué no te quedas con las que tienes ahora?”

“Fui a una boda y ellos se besaron dentro de la iglesia. ¿Hay algún problema con eso?”

“¿Quién dibuja las líneas alrededor de los países?”

“Por favor, mándame un pony.Yo nunca te pedí nada antes, Puedes comprobarlo.”

“Seguro que es muy difícil para Ti amar a todas las personas en el mundo.
En mi familia,
hay sólo cuatro personas y nunca lo logro…” Andrea

Niños……


Publicado por felipe tudela para Apuntes impertinentes el 12/24/2006 08:04:00 PM

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felicitación de navidad

 Navidad significa que Dios puso su casa de barro entre nosotros y se quedó a vivir , por lo que quizás, podamos encontrarlo.

¡¡¡¡¡¡¡¡ FELIZ NAVIDAD !!!!!!!!!

Poned los altavoces y espero que os guste

https://cooperadores.files.wordpress.com/2006/12/correcaballito-felipe-tudela.ppt

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Se viene hablando mucho éstos días, y con razón, de la desaparición del sentido cristiano de la Navidad por parte del laicismo (quitar belenes y festivales de villancicos en los colegios, la decoración Navideña, etc).
Menos se habla del atentado contra el espíritu del pesebre de los belenes tipo «Corte Inglés», que ven más rentable utilizar la imagen de la navidad tradicional para vender.

Pero de lo que no se suele hablar es de las típicas campañas navideñas de pseudo-solidaridad, ya sean telemaratones televisivos, campañas de apadrinamientos a precio de saldo, empresas que donan una migaja a los pobres por cada compra, rastrillos de baratijas sobrantes, etc, etc.

Salvando siempre la buena voluntad de las persoans que estén trabajado en esas cosas gratuítamente (que otras muchas no), hay que denunciar que ese tipo de falsa solidaridad limosnera (en el peor sentido de la palabra), que no va a las causas, que sólo vende barata la buena conciencia navideña, que no es más que una actualización de aquel insusltante «ponga un pobre a su mesa en Navidad»… hay que denunciar que TAMBIEN son un atentado y un insulto al pesebre, al Dios que se encarnó en los hombres, en los últimos (no les mandó un 0,7%), nació en un pesebre y así decidió cambiar la historia para siempre.

Aunque no nos lo parezca, la falsa solidaridad es tan insultante con la familia de Nazareth como lo son los belenes comerciales del «Corte Inglés» o los belenes en la basura de los laicistas sectarios.

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¿Qué es Navidad?

¿Qué es Navidad? La mirada de amor de Dios a los hombres que, de tanto mirárselos con amor, se la ha puesto rostro de hombre. Tal como la madre, que pone cara de enferma, cuando un hijo suyo lo está; como el padre que tiene cara de niño, cuando juega con su pequeño hijo. Navidad: que Dios tiene rostro de hombre y gestos de hombre y se hace hombre, en fuerza de su amor.

Esta noche recordamos aquella otra noche de primavera, en Jerusalén, en la que decía Jesús a unos de los hombres importantes de la ciudad, Nicodemo: «Tanto ha amado Dios al mundo que le ha entregado a su Hijo» La noche ha sido siempre objeto de temores, de leyendas, de pesadillas. En la Biblia también, a veces, la noche es símbolo de la muerte, sus tinieblas son símbolo de condenación, de pecado, de tiempo en el que nada puede hacerse. Pero desde Jesús, todo cambia. Aquel que viene a darnos la luz eterna, quiso nacer en una noche oscura, fría y pobre. Todo fue redimido por Él; también la noche.

Los que tenemos fe, ensanchando el corazón, hemos de pensar en los que no la tienen; o sufren en su carne enferma; o en su alma amargada; o en su familia deshecha; o en el hogar que no existe y que son hijos del hambre y de la calle, noche y día; o anhelan la libertad, la justicia, la paz, la santidad que no alcanzan; o en aquellos para quienes esta noche es sólo una noche de invierno, pues absolutamente nada les dice la Navidad.

Vivamos esa noche en la alegría de que Dios ama el mundo y lo seguirá amando, y pidamos que todos entiendan la Navidad, porque a quien no tiene oídos nada le dice el sonido; a quien cierra sus ojos nada le dice la luz; a quien tiene el corazón lleno de escepticismo nada le dice el amor más sacrificado.

Que todos entiendan que Navidad es verdad. Que Dios ama a todos los hombres, y que han de amarse todos, porque todos son amados de Dios.

Cardenal Charles

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fermento de una nueva sociedad

    El País publicaba ayer domingo un amplio reportaje sobre los sacerdotes que intentan realizar su ministerio, no como oficio clerical sino como un servicio al Reino de Dios para los pobres de Dios. Para algunos será una despreciable minoría. Para otros -varios de los citados son colaboradores de Atrio- por ellos y otros como ellos -más impulsaos por el Evangelio que por la ideología- pasa la esperanza de que el cristianismo no se encierre en un gueto sino que sea fermento de una nueva sociedad más justa y solidaria. ¿Tú como lo ves?

JESÚS RODRÍGUEZ
EP(s) 17/12/2006
Lejos de las posiciones más conservadoras de la jerarquía oficial, muchos sacerdotes luchan por una Iglesia más cercana a los que sufren y con un mayor papel para los laicos. No se sienten perseguidos ni obsesionados por la moral sexual; ellos tienden puentes con la sociedad y apuestan por los pobres y los emigrantes.

Eusebio Losada y Quintín García no se conocen. Quintín es sacerdote en Babilafuente, un pueblo de Salamanca; Eusebio (Uxe) es cura en Sestao, una villa próxima a Bilbao. Quintín tiene 61 años y Eusebio 49. Quintín es dominico y Eusebio escolapio. Quintín es licenciado en Filosofía, Teología y Periodismo; Eusebio, en Teología e Historia. Quintín trabajó en una barriada marginal, dio clases en la universidad, y en los ochenta se hizo cura rural cuando nadie quería ser cura rural; Eusebio ha dedicado toda su vida sacerdotal a la enseñanza, los jóvenes y su parroquia. Son dos buenos tipos. Sencillos y austeros. Felices con su trabajo. “Esto no es un cargo, es una tarea”. Los dos aman la Iglesia. Los dos son críticos con la Iglesia.

En octubre de 2004, Quintín publicó Contralamentaciones de un católico, un artículo en defensa de los derechos de los homosexuales. Lo iniciaba con un “me parece muy bien que por fin no sean denigrados por su inclinación sexual”; lo concluía con un “no usaré el púlpito de mi comunidad para defender los intereses de los obispos”. En la misma línea, Eusebio publicó en mayo de 2005 una reflexión titulada Matrimonio entre dos personas del mismo sexo que concluía: “Espero con alegría y satisfacción la aprobación de este proyecto de ley”. Quintín y Eusebio habían firmado su pena de muerte eclesiástica.

Unas semanas más tarde, tras una operación de acoso y derribo dirigida por su obispo, sin saber de qué le acusaban ni posibilidad de defensa, Quintín García decidió renunciar a su cargo y sueldo parroquial: “Me adelanté a que el obispo me leyera la sentencia. No iba a tener fuerzas para guardar las formas reverenciales. Ahora vivo de lo que escribo”. Después de un proceso similar, Eusebio Losada siguió su mismo camino. “Antes de que me echaran renuncié a mi sueldo y parroquia; hoy me gano la vida en un trabajo civil. Soy cura y nunca dejaré de serlo; pero, por fin, puedo ser fiel a Dios y a mí mismo”.

Durante los duros días de su proceso, Quintín y Eusebio apenas recibieron tibias muestras de apoyo de sus compañeros. Siempre entre susurros. La solidaridad no abunda entre los curas. No es costumbre. “La Iglesia es una dictadura justificada ideológicamente y aceptada profesionalmente”, define un sacerdote. “El gran problema es que en la Iglesia no hay libertad de expresión”, analiza un jesuita represaliado durante el pontificado de Juan Pablo II, “porque, si la hubiera, habría libertad de opinión y se podría debatir. Por eso, más grave que la obsesión de los obispos por la sexualidad es que los teólogos no puedan hablar o no haya libertad de cátedra”.

Desde su triste experiencia, otro jesuita, Juan Masiá, de 65 años –un especialista en bioética formado en Europa y Japón, y despojado de su cátedra en la Universidad Pontificia de Comillas por la jerarquía a comienzos de este año (“aún no sé por qué me han echado”)–, pone la rúbrica: “Yo dije que el condón no es cuestión de fe, sino de sentido común; que es recomendable para evitar contagios y abortos. Y que en los estudios sobre clonación tiene que haber un código ético, se debe actuar con prudencia y seguir investigando. Pero el cardenal Rouco no traga el disenso. Disentir es explosivo. Algunos piensan que soy un imprudente, pero yo creo que no decirlo sería inmoral”.

Sólo un mes más tarde del artículo de Eusebio, el 18 de junio de 2005, 20 obispos se manifestaban en Madrid, con la refulgente cruz pectoral sobre el terno negro, en contra del proyecto de ley de matrimonios homosexuales. Codo con codo, la cúpula del PP. Sólo un puñado de medios religiosos, como la revista RS 21 –vanguardia informativa del catolicismo más avanzado; la de mayor difusión y con una vibrante presencia en Internet–, se mantuvieron al margen de esa iniciativa política. “Se nos convocó como católicos, y como católicos no estábamos conformes con esa manifestación”, asegura su redactora jefe, Ángeles Romero. Los artículos de RS 21, editada por la Congregación de los Sagrados Corazones, levantan ampollas en el búnker. Algunos les llaman herejes. Ellos siguen su camino. No saben por cuánto tiempo.

Pero es cierto: hay otra Iglesia. En la que confluyen sacerdotes y laicos ajenos a la alianza de su jerarquía con las posiciones políticas más conservadoras. Invisible, plural, desperdigada y muda. Sin más vínculo entre sus miembros que el Evangelio e Internet. Una Iglesia que no se considera el centro de la sociedad ni espera que todo (incluso las leyes) giren en torno a ella. Que no se siente en posesión de la verdad. Que busca su espacio y misión en un país que ya no es católico por decreto. A la que no obsesionan los condones ni los homosexuales. Abierta. Que no regaña. Que trabaja con los excluidos. En las cárceles, los barrios marginales y el olvidado medio rural; con los sin papeles, los yonquis y las mujeres maltratadas. En la universidad. Que cree en un Estado aconfesional. Que apuesta por la autofinanciación. Que tiende puentes con otras culturas y religiones, y no rechaza el proceso para el fin de la violencia en el País Vasco. Afirma que hay que reflexionar y asesorarse en los temas de reproducción asistida. Y que el problema de la institución va mucho más allá del celibato de los sacerdotes o la ordenación de las mujeres (“asuntos que caerán como fruta madura”). “El problema es qué modelo de Iglesia queremos los católicos para el futuro: el del siglo XIX o el del XXI”.

“Es decir, todo lo contrario de lo que ha hecho estos años la jerarquía, que nos está dejando sin clientela”, afirma un cura barcelonés. “Según un estudio del año 2005 de la Fundación Santa María (que no es sospechosa de nada porque es de los marianistas), en la última década los jóvenes que se definen como católicos han descendido del 77% al 49%. Y la última encuesta del BBVA concluye que el colectivo en que menos confía la juventud es el religioso. De lo que se deduce que si la Iglesia fuera una empresa, los cardenales Rouco y Cañizares estarían en la calle, porque su cuenta de resultados es nefasta. Hay menos ordenaciones, menos gente en misa y ha bajado nuestro prestigio entre los jóvenes. Esos chicos a los que los obispos montan en autobús para ver al Papa, luego no siguen sus normas de moral sexual. Hay un cisma entre la jerarquía y la base. Entre lo que se dice y lo que se hace, entre la doctrina y la práctica”.

“De acuerdo, un millón de jóvenes van a ver al Papa. Y después, ¿dónde se meten? Porque en las iglesias no están”, se pregunta Emiliano de Tapia, un sacerdote de 54 años que ha creado en su parroquia, en el deprimido barrio salmantino de Buenos Aires, todo un modelo para la Iglesia de trabajo social. El sótano de su parroquia es un conglomerado de inserción dedicado a los olvidados. En la casa de Emiliano viven 12 personas; entre ellas, varios ex presidiarios. Es su forma de vivir el Evangelio. “La caridad sin denuncia es seguirle el juego al poder”. Hoy, en su mesa, nos sentamos una veintena de personas en torno a un cocido. Hay dos iraníes, dos africanos, algún latino. Y Celedonio, un sacerdote de 37 años que trabaja en la cárcel, colabora en tres parroquias y da clases de religión. El cura Celedonio se suelta: “Estar con los excluidos no vende en la Iglesia actual. La Iglesia oficial está por las formas externas, las iglesias bonitas y los curas de negro. Pero no pierdo la esperanza; ojalá fuéramos la mitad de curas y fueran los laicos los que tomaran la iniciativa… Pero nos da miedo. Y mientras, la gente se nos va”.

Emiliano continúa: “La Iglesia tradicional ha tocado fondo, en algún momento tiene que hacer crack. Muchos estamos por el cambio. Pero la cuestión es cómo recoger a esos pequeños grupos aislados. Hay que unir a esa gente que está sola, desilusionada, triste. Crear redes. Porque la parroquia de siempre, ya no es la solución”.

En esa dirección, en el País Vasco, Eusebio Losada y el fraile Koldo Rodríguez ya están dedicados a tejer una red de cristianos que busquen colocar el Evangelio en el centro de la Iglesia: “Ser una comunidad de iguales. Hablar de todo en libertad. Superar el binomio curas-laicos. Hoy estamos en una institución de obediencia ciega, y la Iglesia está para servir, no para mandar”.

Un párroco del madrileño barrio de Vallecas trabaja en ese sentido: “No nos podemos quedar en la superficie. Más importante que exigir el celibato opcional es denunciar el actual estatus de la Iglesia; la Iglesia debe ayudar, acompañar, consolar. Debe denunciar el mundo del dinero, la guerra, la especulación. Rebelarse. Para empezar, yo no cobro un duro del obispo. Siempre he vivido de mi trabajo”. A su espalda, viejas fotografías de Óscar Romero y Juan Gerardi, un obispo salvadoreño y un guatemalteco asesinados por defender los derechos humanos: “Ellos consiguen que la Iglesia aún tenga valor para mí”.

Muchos quieren el cambio. La Iglesia es más plural de lo que la monolítica composición de la Conferencia Episcopal puede dar a entender. El problema es el miedo. Los sacerdotes progresistas temen las represalias de la jerarquía. Especialmente en las diócesis más conservadoras, como Madrid, Burgos, Granada, Toledo, Valencia, Castellón… “Te pueden hacer la vida imposible”, explica un cura madrileño de treintaitantos, enviado al dique seco por hablar más de la cuenta. “Nadie movió un dedo por mí. Los sacerdotes que pertenecen a órdenes, los franciscanos, jesuitas, dominicos, se cuidan entre ellos; pero los diocesanos estamos solos, a expensas del obispo. Sobre todo en Madrid”.

–¿Madrid? ¿Por qué?

–A Roma le preocupa Madrid, porque todo lo que se publica aquí llega a América Latina. Fueron curas españoles como Casaldáliga, Ellacuría y Cardenal los que cambiaron la Iglesia de allí. Y en Roma no quieren que se repita. Y ponen a los más duros, como a Rouco y antes a Suquía.

Hay miedo. La prueba es el amplio número de sacerdotes que han participado en este reportaje exigiendo total anonimato. Pero lo curioso es que estos mismos curas críticos con la jerarquía, situados en lo que se podría definir izquierda templada, también temen que sus palabras se puedan interpretar como un intento de dividir la comunidad católica. Romper la unidad de los creyentes. Hay un nebuloso sentido corporativo que hace que muchos se muerdan la lengua. “Lo último que desearía es escandalizar a las personas mayores; a gente como mi madre”, afirma Javier Vitoria, sacerdote y profesor de universidad en Deusto, muy crítico, por otra parte, con el modelo oficial de Iglesia. Una afirmación que asumirían muchos sacerdotes. Carlos García Andoín, coordinador de Cristianos Socialistas, intenta explicarlo: “Un cura cuelga su vida al ordenarse, pone todos los huevos en la cesta de la Iglesia: su trabajo, su realización personal, sus afectos. Una persona normal tiene su empleo, familia, ocio. Pero el cura pone toda su vida en la Iglesia. Y un conflicto con la Iglesia es algo que le hace sufrir mucho personal y psicológicamente. En la Iglesia, al que discrepa no le meten en la cárcel, le relegan. Pero más doloroso que esa marginación es el sentimiento de ruptura con su comunidad. Y lo evitan a toda costa”.

De ese miedo objetivo y subjetivo ha surgido una Iglesia bis; un archipiélago de curas que sobrevive poniendo cara de póquer al obispo de turno. Que trabaja con total discreción en su parroquia, no proscribe los condones y torea como puede las consignas decimonónicas de los obispos, que van desde el uso obligatorio del alzacuellos hasta negar la comunión a los divorciados, prohibir las confesiones comunitarias o evitar que las mujeres administren la comunión. Lo explica un sacerdote castellano que trabaja en el ámbito de la marginalidad: “Yo estoy en contra de las ideas de mi obispo; hace 20 años que no me pongo el clergyman, pero tengo claro que lo importante es ayudar a los excluidos. Sacarlos adelante, aunque me tenga que vestir de cura para que el obispo se calle”.

Enrique de Castro, de 63 años, sacerdote en Vallecas desde 1972, es crítico con esa concepción dúctil del sacerdocio. Animador de la humilde parroquia San Carlos Borromeo junto al sacerdote Javier Baeza –donde han logrado construir una comunidad dominada por el cariño, la solidaridad y el diálogo–, recibió antes del verano la visita admonitoria de uno de los auxiliares de Rouco. Puede estar cerca el fin de su sueño. Sin embargo, Enrique de Castro López-Cortijo, un cura obrero de origen burgués que se ganó la vida como taxista y pintor para vivir como los humildes, no se calla: “Muchos sacerdotes no dan el último paso porque temen romper la unidad de la Iglesia. El cordón umbilical; quedarse sin nada tras toda una vida. ‘¿Qué pintamos fuera de la Iglesia?’, se preguntan. Aquí dentro eres alguien. Dicen que no hablan por prudencia, pero muchas veces es por cobardía. Porque a nivel privado hay una ruptura total entre la jerarquía y los curas; pero al final, pocos se mojan, por una fidelidad mal entendida. Claro, que todos tenemos nuestros miedos”.

Y los miedos de la Iglesia española no acaban ahí. A su vez, la jerarquía se siente atemorizada ante la sociedad actual. Ante los cambios culturales. Tiene miedo a vivir en una sociedad secularizada, a competir con otras Iglesias; teme la libertad de expresión, los avances científicos, la cercanía de los sacerdotes con el mundo. “Antes, la Iglesia organizaba la vida del individuo; hoy disfrutamos de libertad individual, y la sociedad ya no entiende a esa institución paquidérmica en la que no hay igualdad de género y que te impone cómo debe ser tu sexualidad. La Iglesia es la institución más refractaria al cambio cultural. Siempre han impuesto las normas, y el cambio cultural les ha hecho rearmarse en su identidad más conservadora”, explica Carlos García de Andoín.

“La Iglesia sólo sabe vivir perseguida o en el poder. El martirio siempre atrae clientela, y… mandar lo hemos hecho desde el siglo IV”, argumenta Francesc Romeu, de 47 años, párroco de San Francisco de Asís, en Barcelona, y profesor de comunicación. “Y ahora, sin mártires ni poder político, la Iglesia no se acostumbra a su nuevo papel”. Para un jesuita, “los obispos han vuelto a sus cuarteles de invierno y nos toca a nosotros abrir las ventanas para que entre el aire fresco, como intentó Juan XXIII con el Concilio Vaticano II”.

El mito del Concilio (1962-1965). La esperanza de una radical puesta al día de la Iglesia que nunca se llevó a cabo. Entre 15.000 y 20.000 curas abandonaron, en todo el mundo, el sacerdocio en aquellos años de efervescencia. Ante el espanto del papa Pablo VI. Después, el enroque. Y la contrarreforma. A partir de 1978, a cargo de Juan Pablo II. Y sus peones en cada país. Una estrategia intervencionista. Con un perfecto orden de batalla. Primero, el nombramiento de obispos jóvenes y dóciles. A continuación, un férreo control de los seminarios. Después, la censura en las revistas religiosas. El cese de los teólogos renovadores. El control de las cátedras. La persecución de la Teología de la Liberación. Todo engrasado con el avance de los movimientos neoconservadores. Que a finales de los ochenta ya copaban los seminarios. “Con el cardenal Tarancón, los seminaristas vivíamos en los barrios más pobres. En 1990, con el cambio de rumbo nos obligaron a volver al seminario. Fueron años duros: ponías un cartel del Dos de Mayo y te colocaban encima uno de la vigilia de la Inmaculada. De los 19 que nos ordenamos, 13 eran neocon. Y ésa puede ser la proporción de jóvenes curas conservadores frente a los progresistas: de tres a uno”, explica el sacerdote Javier Baeza, de 39 años. A comienzos de los noventa no quedaba en España ni rastro del Concilio. Muchos sacerdotes se marcharon. Otros se plegaron. Era el fin del sueño de una Iglesia abierta.

Desde su casita de barro en San Félix (Brasil), rodeado por un coro de gallinas que se cuelan a través del teléfono, el obispo Pedro Casaldáliga, de 78 años, recuerda su llegada a Brasil en 1968, al hilo de ese Concilio. “En América hemos tenido la suerte de vivirlo de una forma muy incisiva. Como una opción real por los derechos humanos. Y ha provocado recelos en el Vaticano, temían que rompiésemos la Iglesia. Yo le dije al Papa: estamos por la unidad, pero no por la uniformidad. La cabeza se te adapta al lugar en el que estás: si vives entre pobres, piensas muy distinto que si vives en la abundancia. Yo no podría ser obispo de Madrid; soy un obispo sencillo, comprometido con las causas del pueblo. En Europa, el obispado está demasiado sacralizado”.

–¿Y la Iglesia en España?

–Ha estado inmersa en el nacionalcatolicismo. Ya pasó lo de ser religión oficial, pero algunos no se han enterado. La Iglesia no puede olvidar que España es hoy un país plural; que también es musulmán y evangélico y agnóstico. No puede ser prepotente sino dialogante.

–Los jóvenes están muy lejos de la Iglesia española. ¿Cómo se les puede atraer?

–Si somos coherentes, sencillos, austeros; si renunciamos al lujo y la prepotencia, a las subvenciones; si vamos a los necesitados, seremos aceptados como una alternativa de vida, no como una simple obligación.

En 1989, Casaldáliga, que estuvo a punto de ser asesinado en 1977, era propuesto para el Nobel de la Paz en reconocimiento a su apuesta por los sin tierra. En 1998, otro obispo español afincado en Latinoamérica, Nicolás Castellanos, de 71 años, conseguía el Premio Príncipe de Asturias a la concordia. Nombrado obispo de Palencia por Pablo VI en 1976, Castellanos dejó el cargo en 1991 para trabajar en Santa Cruz de la Sierra, una de las regiones más deprimidas de Bolivia. “En América, la Iglesia ha devuelto la esperanza a la gente; es la institución de mayor credibilidad gracias a su compromiso frente a la pobreza. En Bolivia, todos los avances se deben a la Iglesia. Estamos en todos los movimientos sociales y reivindicativos. Ésa es nuestra Iglesia”.

–¿Cómo ve la Iglesia en España?

–El Evangelio está asfixiado por la institución. Y los sacerdotes no tenemos que dejarnos ahogar por la institución, sino estar cerca de la gente. La Iglesia en España es cerrada e involucionista. Hoy no da esperanzas a la gente.

Ángel Aguado tiene 53 años. Desde el comienzo de su carrera apostó por el apostolado rural. Fue colaborador del obispo Castellanos. En los noventa le tocó bregar con la crisis de la minería en la comarca palentina de Guardo, que provocó inmensos problemas sociales, desde la droga hasta el desempleo. Luchó. Sufrió mucho. Hoy es párroco en Villamuriel de Cerrato, un pueblo de Palencia que alberga una gran factoría de Renault y comienza a tener problemas sociales con la nueva inmigración. Ángel nos recibe en su parroquia del siglo XII. Hace mucho frío. La niebla esconde el campanario. Desde aquí, Ángel ha creado una asociación intercultural para promover la integración de los inmigrantes. Sin olvidar su tesis doctoral, centrada en el cambio cultural de la sociedad y el consiguiente desafío para la acción pastoral. “La Iglesia no sabe conectar con la nueva sociedad. Está perdida. Y a no ser que consienta convertirse en un gueto, donde sólo tengan cabida los grupos de pensamiento conservador, las comunidades cristianas deben convertirse en un lugar abierto para la reflexión y el debate; donde se trabaje a favor de la dignidad y la justicia. Nuestra obligación es, más que nunca, tender puentes”.

Una iniciativa que el jesuita Manuel Plaza, de 70 años, ha convertido en el centro de su vida. Dirige desde Burgos el Centro Ignacio Ellacuría “como un espacio de diálogo intercultural e interreligioso en pro de los derechos humanos; para tender puentes entre el cristianismo y la izquierda. Un lugar para asumir el reto de la inmigración, del proceso de paz en el País Vasco; para enfrentarnos a la violencia de género”.

La actividad de Manolo Plaza, por cuyo foro han pasado Ramón Jáuregui, Patxi López o Margarita Robles, es la punta del iceberg de la silenciosa e intensa labor progresista de la Compañía de Jesús, que vuelve a ser punta de lanza de la Iglesia tras una amarga travesía del desierto durante el papado de Juan Pablo II. Plaza sigue trabajando temporadas en El Salvador. En el entorno donde fue asesinado en 1989 por el ejército salvadoreño su amigo Ignacio Ellacuría junto a otros cinco jesuitas. La inmediata reacción de Manuel Plaza aquel trágico 16 de noviembre fue denunciar a la prensa “que detrás de los asesinatos estaba el Gobierno norteamericano; hoy parece muy fuerte, pero con Reagan se hacían barbaridades en nombre de la seguridad. Como hoy con Bush”.

El pasado sábado 25 de noviembre era ordenado en San Sebastián el sacerdote más joven de España: Unai Manterola, de 26 años. Llega al sacerdocio como una vía “para conseguir un mundo más digno y más justo”. El padre Manterola cree en una Iglesia de los pobres y que respete el derecho de los pueblos a decidir su futuro. Con su cerrado acento de Zumaia, Unai Manterola se indigna ante los juicios morales de la jerarquía sobre el proceso de paz en el País Vasco: “Yo escucho condenar el proceso de diálogo, y alucino. Es como si yo me pongo a hablar del Estatuto valenciano o de la política agraria en Andalucía; pues no tengo ni idea. Que hablen de lo que saben. Porque hablan de paz, pero yo no vi a ninguno en las manifestaciones contra la guerra de Irak”.

Manterola afirma con vehemencia que su diócesis es un oasis frente a lo que pasa en Madrid, Castilla o Valencia. Que aquí no mandan los neocon. Que en Euskadi, los curas no se sienten rechazados. Un argumento que comparten la mayoría de los sacerdotes catalanes y vascos consultados. No andan descaminados. Los ciudadanos en Cataluña y el País Vasco están en paz con una Iglesia que apenas apoyó el fascismo ni la dictadura. Hubo curas vascos y catalanes en la cárcel y el exilio. Dos obispos, Mateo Múgica y Francesc Vidal, se negaron a firmar el documento de “la Cruzada”. Y la sociedad no lo olvida.

En Barcelona, el sacerdote Antoni Matabosch, de 70 años –catedrático; presidente de la Fundación Joan Maragall, Cristianismo y Cultura, y ecónomo de la diócesis–, afirma contundente: “Aquí la Iglesia no es de derechas. Ni nos sentimos perseguidos por los socialistas. Aquí los cristianos votan a todos los partidos; al PSC, y a Ciutadans, y a Iniciativa. Y si un obispo se pusiera aquí a hablar desde la derecha le dirían: ¡cállese usted! De hecho, a un porcentaje mayoritario de los curas catalanes les parece fatal la Cope. Debería emitir el mensaje de Cristo y no estar sólo con un partido, y menos aún con el ala de extrema derecha de ese partido. Una emisora del episcopado no puede mentir, atacar, insultar. Debe poner en relación distintas tendencias sociales y políticas; si encona, no es Iglesia”.

Javier Vitoria, profesor de teología, escritor y responsable de una ong para la cooperación, vive en Bilbao con su madre, de 90 años. La noche es inhóspita. Su primera reflexión en torno al proceso de paz en el País Vasco es la siguiente: “En este país, o se está con la paz, o no se está”. Vitoria fue una de las primeras voces en criticar la ambigua posición de los obispos vascos con las víctimas del terrorismo. No es una figura complaciente con el nacionalismo. Sin embargo, apuesta por el diálogo. “Dialogar nunca es inmoral. Y la Iglesia debe acompañarlo sin protagonismo, con humildad; debe escuchar más que hablar, estar atenta a las víctimas. Y no dar voces, como hace algún cardenal, que parece mucho más preocupado por la unidad de España que por los cayucos que llegan o por la cohesión social de este país”.

Una reflexión que comparten muchos curas, que consideran un catálogo de obviedades los juicios políticos de la Conferencia Episcopal sobre el diálogo en el País Vasco. Aun así, los optimistas esperan que el pontificado de Benedicto XVI, sumado a la presidencia de la Conferencia de Ricardo Blázquez, obispo de Bilbao y hombre moderado, suponga una renovación para la Iglesia. Los pesimistas afirman que la revolución nunca se podrá hacer desde arriba. Y que es preferible que las iglesias se vacíen para empezar desde cero.

En Babilafuente, Quintín García lleva dos años sin sueldo por expresar su opinión. Subsiste gracias a la camaradería de Pedro, Luis, Alfredo y Bernardo, los dominicos con los que vive en comunidad. Hace un par de meses consiguió el galardón de poesía de la Kutxa, por su poemario Carne en fulgor. El premio estaba dotado con 10.000 euros. Está feliz. “Dios aprieta, pero no ahoga”.

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la pacificación en Euskadi

Publicado en Atrio

    Publicamos para su debate en ATRIO este texto de la Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria, que nos envía su impulsor principal, el cura rural y profesor de Teología en Vitoria Félix Placer. Es la voz de un sector de la Iglesia vasca, la más próxima a Herri Batasuna desde un planteamiento de teología de la liberación autóctona, que no representa ni mucho menos a toda esa compleja realidad del clero vasco, tan afectado por las tensiones que lo dividen. Preguntémonos con la máxima serenidad posible, sin generalizaciones ni insultos: ¿qué aspectos de la realidad o del mensaje cristiano nos descubre este texto? ¿qué aspectos importantes se omiten en él? ¿de quién creemos que será la responsabilidad si se rompe ahora la tregua y se aleja la esperanza de paz?

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    Impulsando el proceso de paz Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria

La esperanza abierta tanto por el alto el fuego permanente de ETA como por otras decisiones y tomas de postura de diversos grupos políticos preparó hace unos meses el campo adecuado para iniciar un diálogo y negociación que resolvieran el largo y doloroso conflicto de Euskal Herria en su relación con los Estados español y francés.

Como sacerdotes en diversas comunidades de los siete herrialdes vascos tratamos de apoyar y alentar ese proceso de una paz, que sea obra de la justicia, y que ahora en estos próximos días de Navidad adquiere especiales connotaciones para los creyentes en Jesús de Nazaret y para muchas personas y grupos.

Sin embargo somos conscientes, juntamente con una gran parte de nuestro Pueblo, de que este proceso de paz, buscado y planteado con honestidad democrática por una amplia mayoría política y social vasca, se encuentra en un momento difícil. Los centros de poder estatal oponen crecientes obstáculos, retrasan urgentes decisiones y dilatan respuestas que expresen y hagan creíble la voluntad decidida de impulsarlo por cauces auténticamente democráticos.

Como resultado nos encontramos todavía, después de siete meses de expectativas, con las manos vacías y con una distancia creciente entre la paz y normalización deseadas y la realidad política dominante. En opinión de muchas personas, los ataques e impedimentos de una oposición recalcitrante y la postura de un gobierno, más a la defensiva que audaz y empeñado en llevar adelante sus compromisos adquiridos, están imponiendo el bloqueo político de un proceso de resolución tan esperado. Se mantiene la Ley Antiterrorista, la Audiencia Nacional no cesa en sus detenciones y juicios entre los que el denunciado macrosumario 18/98 y otros procesamientos son graves factores añadidos a la suma de obstáculos para un digno y justo proceso de paz, los presos y presas continúa en condiciones de alejamiento y represión permanentes, con el consiguiente sufrimiento para sus familiares. Las denuncias por parte de los detenidos de malos tratos y torturas en las comisarías durante el periodo de incomunicación son constantes. Determinados medios de comunicación se confabulan para enturbiar las informaciones, incluso sirviéndose de manipulación de opiniones con total impunidad y falta de ética profesional, como hace algunas semanas lo hizo la cadena Antena 3 -Mundo Televisión.

En consecuencia se está logrando lo que algunos pretenden: que crezca la tensión, manifestada a veces en acciones de repulsa en la calle, y que el desaliento se apodere de las conciencias debilitando la esperanza en un proceso de paz que, al parecer, quieren impedir a toda costa por intereses partidistas.

Por nuestra parte, al igual que en otras ocasiones y ahora con inquietud y también con firmeza, pedimos a todos los sujetos directamente implicados y responsables, en primer lugar, una lectura honesta del conflicto que nos enfrenta, llegando sin miedo, a la verdad y a sus raíces que, en última instancia, son históricas y tienen su origen y actualidad en la conculcación de los derechos íntegros de un Pueblo, con su propia historia e identidad.

En segundo lugar, invitamos a seguir sin reticencias ni condiciones previas dilatorias, excusas culpabilizadoras o requisitos legales obstaculizantes, el camino del diálogo dando pasos hacia una negociación sincera que considere las múltiples posiciones desde planteamientos estrictamente democráticos y sin exclusiones.
En tercer lugar, insistimos en el talante ético y democrático, contrastado por todas las partes implicadas, abierto a la diferentes propuestas, de forma que todas puedan ser discutidas. En este sentido no entendemos una mesa de diálogo la que a priori se descarte plantear un proyecto de autodeterminación o territorialidad, como opciones políticas ética y democráticamente asumibles.

Y, por supuesto, sin olvidar que, en última instancia debe ser el Pueblo afectado -Euskal Herria- quien deberá decidir el proyecto que juzgue más apto para la convivencia tanto interna como con los demás Pueblos y Estados.

Desde nuestra lectura e interpretación ética y evangélica subrayamos el momento histórico y decisivo que vivimos como un signo de los tiempos que nos invita al entendimiento mutuo, a la búsqueda honesta de soluciones, a formas de reconciliación, desde el respeto a las decisiones democráticas. Toda la Iglesia debemos ser parte activa y alentadora de este proceso. Por ello lamentamos las posiciones reticentes de la mayor parte del episcopado español. En su reciente Instrucción pastoral, Orientaciones morales ante la situación actual de España, reconocen en principio “la legitimidad de las posiciones nacionalistas que, sin recurrir a la violencia, por métodos democráticos, pretendan modificar la unidad política de España”; sin embargo no dejan de inclinar la balanza ideológica, desde su particular “visión ponderada”, hacia su modelo de la “unidad histórica y cultural de España”, para cuya “ruptura” no ven razones actuales que la justifiquen. Mas que sembrar interrogantes y sospechas ante la legítima libre decisión de un pueblo, sujeto de sus propios derechos, nos parece importante seguir la invitación abierta de Benedicto XVI a que “todos intensifiquen sus esfuerzos para consolidar los horizontes de paz que parecen abrirse en el País Vasco y en toda España y a superar los obstáculos que puedan presentarse a lo largo de este camino.”

En este tiempo nos invita el evangelio a allanar los senderos y preparar los caminos de la paz, desde la fe en quien quiso le reconociéramos en la humanidad sufriente que busca la noticia de su liberación. Es un momento particularmente oportuno para que quienes queremos seguir su mensaje y construir la paz nos unamos a tantas personas y grupos -en especial al llamamiento de Ahotsak– que, desde una voluntad honesta, trabajan en Euskal Herria y en otros pueblos de la tierra por acercarse a la verdad, por realizar la justicia y conseguir un mundo solidario. Pensamos, sobre todo, en todas las víctimas que han sufrido y sufren de manera especialmente dolorosa las largas consecuencias del conflicto, se encuentran encarcelados, están alejados de su patria, separados de los suyos, encausados,…

En los próximos días de especial sensibilidad cristiana, de símbolos y canciones entrañables que anuncian la paz y la convivencia deseamos que brille para todos la luz de una esperanza alentada por el desarrollo decidido de un proceso de justicia y paz.

Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria

Navidad 2006

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